Proporcionalidad
- Kamo Mendivil
- 20 ago 2016
- 4 Min. de lectura
Por qué no se puede hablar de que un negro o un indígena discrimine a un mestizo en Colombia? O ¿por qué la violencia de una mujer contra un hombre no es violencia basada en género? O ¿por qué un homosexual no puede discriminar a un heterosexual? Pues la respuesta es por la proporcionalidad.

Autora: Faith Ringgold
Usted diría que la guerra entre Israel y Palestina es proporcionalmente justa? Pues no, es una guerra desproporcionada, porque Israel cuenta con respaldo económico, político y militar, a diferencia de Palestina que recurre a sus fuerzas y posibilidades para luchar por lo que considera es su territorio, contra otro que lleva siempre las de ganar.
Así mismo, cuando se dice que un negro o un indígena discrimina a un blanco o mestizo en Colombia, lo máximo que logrará es humillarle o irrespetarle, pero no logrará discriminarle, porque las normas y todo el sistema ha existido para favorecer al mestizo o blanco, para incluirle, y para otorgarle privilegios que han debido lucharse por parte de las diferentes etnias en el territorio nacional. Para esta afirmación, partimos de los hechos que se documentan en la historia de los genocidios y la esclavitud por razón de la raza, lo que se denomina racismo. Por eso los grupos de minorías étnicas de afrocolombianos e indígenas siguen luchando para que se les reconozcan sus derechos a una educación igualitaria, a participación política, a la preservación de sus tradiciones y sus lugares sagrados, a la protección del uso de sus tierras que tenían antes de la invasión colonial.
Así también cuando una mujer agrede a un hombre, lo puede humillar, causar algún daño físico o emocional, pero no se puede llamar discriminación o violencia basada en género contra los hombres, porque existe un sistema de valores y creencias que favorece la masculinidad y les da ventajas, de este modo, cuando un hombre agrede a una mujer, no lo hace sólo por humillarla, sino para someterla y expresar el poder que ha sido ratificado socialmente como un valor positivo. Por ejemplo, tal y como lo documenta la historia, dan cuenta de esta discriminación sistemática los matrimonios forzados, la objetivación del cuerpo la través de la dote, la regulación de la reproducción sobre el cuerpo de las mujeres, el impedimento al sufragio, o para acceder a la formación profesional, la sumisión en el hogar y el impedimento para trabajar o tener propiedad privada, que ha sido superada paulatinamente sólo hasta hace apenas 60 años. Estos hechos que otorgan una idea de superioridad del hombre sobre las mujeres se denomina machismo cobijado bajo un orden de género patriarcal. Por eso los movimientos de mujeres y las teóricas feministas siguen abogando por leyes para proteger a las mujeres frente a la violencia y el feminicidio, reconfigurar los estereotipos y roles de género que valoran más la masculinidad que la feminidad, como también por la igualación de salarios, leyes de cuotas para acceder a los cargos de decisión pública, a tener autonomía económica y a la decisión sobre su salud sexual y reproductiva para que la feminidad goce de las mismas garantías que favorecen a la masculinidad.
Del mismo modo, cuando se dice que los homosexuales discriminan a los heterosexuales por “imponer” sus leyes, lo máximo que se logra es que la presencia de una pareja gay perturbe la tranquilidad de algún heterosexual que lo considere aberrante, pero no puede llamarse discriminación porque todas las valoraciones sociales favorecen a las parejas y el actuar heterosexual, bajo el concepto de “heteronormatividad”, es decir, las normas sociales que asignan como “normal” la heterosexualidad . La documentación histórica habla de persecución sistemática a personas gays o lesbianas, asesinatos selectivos, encarcelamientos y exclusión de los hogares por la deshonra, lo que ha llevado a muchos y muchas a ocultar su orientación sexual por temor a ser señalado/a socialmente como desviado/a o enfermo/a, y no tener que enfrentar lo que se ha conocido como homofobia. Por eso se conformó una comunidad denominada movimiento LGBTI, que ha luchado por incluir leyes que les reconozcan su existencia y con ello sus derechos civiles y la protección a sus diversidades sexuales.
En efecto, cuando se afirme que un hombre, un blanco/mestizo o un heterosexual ha sido discriminado por algún/a integrante de estos grupos que históricamente ha sido discriminado, como los mencionados anteriormente, piense que lo máximo que puede lograr una mujer, un negro o un homosexual es amedrentar y defenderse de la estigmatización que ha sufrido por la historia de opresión que ha vivido, pero difícilmente logrará discriminar , porque el oprimido no puede saltar a ser opresor en un simple acto de rebeldía, simplemente el sistema de valores no se lo permite, y seguirá favoreciendo a quien ha tenido el poder de dominar. Para ello surge la ley, para regular desde el derecho lo que socialmente se excluye. Esto no quiere decir que se justifiquen los actos agresivos por parte de los oprimidos/as, simplemente, los saca del contexto de análisis de la discriminación, pero su comportamiento seguirá siendo violento y deberá atenderse como tal según la legislación vigente.
La desproporción traducida en privilegios para un grupo aceptado socialmente frente a otros grupos que han vivido en situación de vulnerabilidad y desventaja, no permite la discriminación sobre los grupos poblacionales que han ostentado el poder históricamente:
No hay violencia sexista contra la masculinidad porque el sistema es machista-patriarcal.
No hay discriminación contra los mestizos o blancos porque el sistema es racista-occidental.
No hay discriminación contra lo heterosexual porque el sistema es homófobo – heteronormativo.
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