A regalar bebés
- Kamo Mendivil
- 24 dic 2016
- 2 Min. de lectura
Me retracto de lo dicho y agrego algo más.

Obra: Niños Jugando de Cecilia Hewstone
En escritos anteriores cuestioné los regalos para niñas que les asumen exclusivamente en las tareas de cuidado del hogar, lo que significaba para mi un entrenamiento de la condición de ser mujer atado a la maternidad y sin posibilidad de imaginarse en otros roles del mundo productivo, académico, político o empresarial.
Marcas como “Little Mommy” presenta a través de la venta de sus bebés de juguete para niñas, un fino entrenamiento de cómo alimentarles, sacarles los gases, bañarles, ponerles el chupo, limpiarles el popó o vestirles. Sin contar con las numerosas ofertas de productos de cocinita, planchitas, escobitas, y otras cositas chiquitas que les concentran en un solo objetivo de la vida: la maternidad y el cuidado del hogar.
Me retracto de lo dicho. Creo que es necesario que desde niñas aprendamos a amar a los bebés, porque implica aprender a cuidar a otra persona indefensa que merece atención, es decir, a amar a alguien que podría ser igual a ti. De igual forma, acceder a otros juguetes que exijan igualmente visionarnos en otras actividades además de la maternidad.
Pero ahora agrego algo más. La imperiosa necesidad que surge desde esta perspectiva, que estos juguetes que tradicionalmente han sido para niñas, también hagan parte del repertorio de juguetes para niños. Ahora más que nunca creo necesario que este ejercicio también se asuma en la construcción de la masculinidad desde la infancia. Niños que desde pequeños aprendan la atención y el amor a otra persona, que aprendan que es gratificante cuidar de alguien más.
Pero a los niños les ofrecemos juguetes que les enseñan la competencia, la ventaja, y el daño a los demás, por ejemplo las armas para jugar a quién dispara primero, para ver cómo puede ganar matando al otro con quien se está divirtiendo.
Qué tal si la empresa ofreciera “Little Daddy”, que también amplíe la posibilidad de las masculinidades a pensarse desde niños en cómo ser autosuficientes y preparase su comida y no esperar a que una mujer lo haga por ellos, que les enseñe igualmente como pasear y proporcionar cuidado a un bebé que necesita amor, es decir, a otra persona diferente de sí mismo. Creo que esto complementaría sus capacidades humanas, más que restarles como siempre se ha asumido el mundo femenino en los hombres.
No es la fórmula para cambiar el mundo, pero creo que se abre una pequeña esperanza. Yo creería que un hombre que tenga contacto con este tipo de sensibilidad en su infancia, posiblemente en su edad adulta encontraría impensable hacerle daño a una niña, agredir a su pareja, o violentar con palabras a una desconocida en la calle, y posiblemente tendría la posibilidad de ver a las demás personas que le rodean con respeto, o solidarizarse en situaciones difíciles con sus semejantes.
A regalar bebés, cocinitas, planchitas, escobitas para niñas y niños por igual, a ver si finalmente empezamos a transformar las maneras de relacionarnos como seres humanos para que aprendamos a cuidarnos mejor los unos y unas de los otros y otras.
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